Inhala, exhala y…otra vez vuelve a inhalar

La manera más fácil y eficaz de comenzar a practicar la atención plena en meditación consiste, sencillamente, en concentrar nuestra atención en la respiración y ver lo que sucede mientras intentamos mantenerla.

 Desde el momento en que nacemos hasta que morimos, respiramos. La respiración nos acompaña siempre y resulta ser una poderosa ancla para establecernos en el presente, tanto cuando estamos en meditación como cuando estamos en el día a día y necesitamos realizar una parada de consciencia.

 Existen numerosos lugares en nuestro cuerpo en los que podemos sentir la reparación. El primero es en las fosas nasales. En ellas sentimos el paso del aire al inspirar, sintiendo el aire fresco, al expirar sintiéndolo cálido. El segundo lugar donde mejor sentimos la respiración es en el pecho, el cual se contrae y expande al ritmo de nuestra respiración. En tercer lugar tenemos el abdomen que se hincha y deshincha con cada respiración.

 Sea cual sea el lugar en el que decidamos sentir nuestra respiración, lo que debemos hacer es percatarnos de las sensaciones  que acompañan a nuestra respiración. La idea es prestar atención a la respiración sin cambiar nada, sin forzarla, sin controlarla.

 La respiración es el comienzo del camino. Es la línea de salida en la carrera de nuestro autodescubrimiento y autoconocimiento. Gracias a la respiración podemos alcanzar nuestro yo más profundo, nuestra calma más escondida.